Guerra y Violencia

La guerra no es solo una tragedia humana, es la expresión más clara del fracaso colectivo en comprender nuestra profunda interdependencia. Frente a la violencia, debemos rechazar toda acción que perpetúe el sufrimiento y comprometernos activamente con la paz y la compasión. No existe «guerra justa», pues toda guerra implica una ruptura fundamental del respeto por la vida, generando más odio, dolor y sufrimiento. La violencia nunca puede ser un camino válido para la resolución de conflictos, porque perpetúa los tres venenos básicos del sufrimiento humano: la codicia, el odio y la ignorancia.

Cada acto de violencia externa refleja nuestro propio estado interno. Las guerras en Ucrania, Gaza, Myanmar o Sudán, aunque lejanas en términos geográficos, son reflejos de nuestros conflictos internos, personales y colectivos. La violencia global surge porque no reconocemos plenamente el dolor de los demás como nuestro propio dolor. Esta falta de reconocimiento es una manifestación clara de nuestra ignorancia, la cual nos separa artificialmente del otro. Tenemos que reconocer que todos los seres somos interdependientes y que la violencia contra otro ser humano es, finalmente, violencia contra nosotros mismos.

Como practicante de budismo Soto Zen, a veces me siento como un mosquito intentando atravesar la piel de un elefante. Sin embargo, incluso desde esta aparente pequeñez, creo profundamente que algo puede hacerse. Por ejemplo:

La Historia del Zen y la Ambigüedad frente a la Guerra

No quiero dejar de hacer mención en esta entrada de blog a la historia del zen que muchos practicantes desconocen. Históricamente, algunos maestros zen han justificado o incluso apoyado guerras y conflictos armados [1]. Durante períodos como la era feudal en Japón, hubo maestros zen que respaldaron a líderes militares bajo la justificación de proteger valores espirituales. Este apoyo, muchas veces basado en una interpretación sesgada de las enseñanzas zen, refleja la complejidad histórica y cultural en la que también el zen ha estado inmerso.

Otro momento notable fue durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el nacionalismo japonés llevó a algunos maestros zen a justificar y apoyar activamente la participación del país en la guerra. Esta posición nacionalista, que entró en profunda contradicción con los principios fundamentales del budismo, sigue siendo un tema de reflexión y autocrítica en la comunidad zen contemporánea.

Reconocer esta realidad histórica no es debilitar la postura actual que algunos maestros podamos mantener, sino fortalecerla al asumir honestamente las acciones realizadas en el pasado. Recordándonos la necesidad constante de vigilar nuestra comprensión y aplicación del Dharma, asegurándonos siempre de permanecer firmemente anclados en la compasión y la no-violencia como valores esenciales.

No-Acción como Respuesta Efectiva

La tradición zen nos enseña que la verdadera acción surge de un estado mental de ecuanimidad profunda, no contaminada por la reactividad emocional ni por el deseo de venganza. El cultivo sistemático de esta actitud es esencial para abordar conflictos desde un espacio de calma y sabiduría, permitiendo que nuestras respuestas estén en armonía con el bienestar colectivo.

Esto no implica pasividad ni inacción. Por el contrario, significa actuar con plena consciencia y claridad ética, buscando siempre proteger y preservar la vida, reducir el sufrimiento y favorecer la reconciliación.

Como practicantes zen, es fundamental que mantengamos una postura clara: la violencia nunca es una solución legítima ni sostenible. Cualquier victoria obtenida mediante la violencia es efímera, pues solo siembra nuevas semillas de odio y dolor que inevitablemente germinarán en conflictos futuros.

La paz auténtica no se impone con armas ni amenazas, sino que se construye sobre el reconocimiento mutuo, la empatía profunda y la compasión genuina. Por ello, debemos rechazar explícitamente cualquier intento de justificar moral, religiosa o políticamente el uso de la violencia.

Meditar es un acto revolucionario porque confronta directamente las raíces internas de la violencia. A través del zazen, reconocemos y transformamos nuestras propias semillas de odio, codicia e ignorancia, contribuyendo a que estas no se manifiesten en violencia externa. Cada meditación, cada momento de atención plena, es un compromiso con la paz. Al cultivar nuestra mente y corazón, asumimos una responsabilidad directa en la creación de un mundo menos violento, más justo y compasivo.

La Utilidad del Bien: Ética y Compasión

Mientras escribía esta entrada, leí un artículo del filósofo Luciano Floridi titulado La utilidad del bien. Reflexiones sobre los horrores del mundo[2], y su propuesta me hizo detenerme a reflexionar. Floridi defiende la idea de actuar éticamente no por una recompensa, sino porque el bien tiene valor en sí mismo. Esta perspectiva resuena profundamente con la ética budista y, en particular, con la vía del bodhisattva y la Vía del zen.

En el budismo Soto Zen hacemos énfasis en que no hay nada que obtener (musotoku): el camino del bodhisattva no busca recompensas ni logros personales, sino que actúa desde una compasión libre de expectativas. Esta actitud se sostiene sobre tres pilares fundamentales: no apegarse a la acción, no apegarse al resultado de la acción, y no apegarse a la idea de un yo que realiza una acción. Así, el bien se manifiesta como una expresión natural de nuestra naturaleza búdica, no como un medio para alcanzar fines. Actuar desde esta comprensión es liberar la acción del ego y del cálculo, permitiendo que surja de la vacuidad, clara y directa.

El bien no se practica por su utilidad inmediata, sino porque expresa y cultiva nuestra verdadera naturaleza. Incluso cuando el mundo parezca dominado por la violencia, incluso cuando nuestras acciones parezcan insuficientes, hacer el bien es resistir, es mantenerse humano, es recordar que la compasión es nuestra forma más profunda de estar en el mundo. Incluso cuando el mundo parezca dominado por la violencia, incluso cuando nuestras acciones parezcan insuficientes, hacer el bien es resistir, es mantenerse humano, es recordar que la compasión es nuestra forma natural y auténtica de ser y estar en el mundo.

Justicia y Acción Colectiva

Un reciente estudio psicológico dirigido por David Gordon y Mikael Puurtinen, publicado en Social Psychological Bulletin, muestra que la justicia por parte de quienes están en posiciones de poder depende significativamente de la capacidad de quienes no tienen poder para actuar colectivamente contra la injusticia. Según los investigadores, cuando es más fácil organizar la acción colectiva contra los abusos, quienes ostentan el poder tienden a comportarse de forma más equitativa. Por el contrario, cuando la protesta o la resistencia colectiva es difícil o costosa, los individuos poderosos se sienten libres de actuar injustamente con mayor impunidad. Puedes consultar el estudio completo en EurekAlert3.

Esta investigación refuerza una perspectiva importante desde el budismo zen: nuestra responsabilidad colectiva y personal frente a la injusticia. La enseñanza zen de actuar desde la compasión y la sabiduría no implica resignación o pasividad, sino todo lo contrario: implica una respuesta consciente, unificada y decidida contra el abuso y la violencia.

Nuestro compromiso con la paz no solo debe ser personal, sino también social y colectivo. La transformación hacia un mundo justo y no violento requiere de una sociedad capaz de unirse para responder pacífica pero firmemente ante los abusos del poder. La guerra nos desafía profundamente, y nuestra respuesta debe ser contundente y clara: comprometernos sin reservas con la paz y la no-violencia. Este compromiso es una práctica cotidiana, consciente y constante.

Que cada conflicto actual sirva como recordatorio urgente de nuestro deber espiritual y ético de cultivar la compasión, denunciar la violencia y trabajar incansablemente por un mundo donde la guerra sea solo un triste recuerdo del pasado. En cada acto consciente, en cada respiración meditativa, renovamos nuestro voto de ser agentes activos de paz, sabiendo que solo a través del compromiso constante con la no-violencia lograremos transformar verdaderamente nuestro mundo.

«Que todos los seres sean felices, que estén seguros, que estén en paz. […] Así como una madre protege a su único hijo con su vida, así con un corazón sin límites, uno debería amar a todos los seres vivientes.» Karaniya Metta Sutta4.

[1]: Si deseas profundizar en este tema, el libro Zen at War ofrece datos concretos. https://www.amazon.es/Zen-War-Peace-Library/dp/0742539261 [2]: En el blog Huellas del Zen: La utilidad del bien. Reflexiones sobre los horrores del mundo. https://huellaszen.blogspot.com/2025/08/la-utilidad-del-bien-reflexiones-sobre.html


Daizan Soriano

www.daizansoriano.com

Comunidad Soto Zen Camino Medio.