¿Neutralidad o compromiso?
En los años sesenta, el poeta Gary Snyder escribió un texto que se convirtió en un pequeño manifiesto para toda una generación. Lo llamó Buddhism and the Coming Revolution [1] y allí planteaba que el budismo, en su esencia, era una forma natural de anarquismo: comunidades libres, sencillez de vida, respeto por la tierra y rechazo a toda forma de dominación. Aquella visión, nacida en el cruce entre la práctica zen y la contracultura de la época, inspiró a muchas personas.
Lo cierto es que el budismo Soto Zen, tal y como lo practicamos y transmitimos en la CSZCM [2], no es un proyecto político ni un programa de transformación social. El budismo nació como un camino de liberación, como una vía directa para descubrir en la experiencia inmediata la raíz del sufrimiento y la posibilidad de vivir sin estar apegados ciegamente al ego. El riesgo de traducir el dharma en términos de ideología —sea anarquismo, marxismo o liberalismo— es reducir una enseñanza radicalmente universal a un molde histórico por definición limitado.
Por otro lado, decir que el budismo “no es político” puede convertirse en una excusa para mirar hacia otro lado. Y la historia nos muestra que esa neutralidad significa complicidad con órdenes sociales injustos, como por ejemplo monjes legitimando guerras, templos sosteniendo castas, instituciones religiosas acomodadas al poder. Cuando el budismo olvida la dimensión social del sufrimiento, se traiciona a sí mismo.
¿Cómo resolver entonces esta tensión? Quizá la respuesta esté en comprender qué significa, en verdad, no politizar la práctica. No se trata de fomentar una actitud de indiferencia por una malentendida ecuanimidad, ni de callar frente al dolor. Se trata de no identificar el despertar con ninguna bandera, de no caer en la lógica del enemigo y del vencedor, a la que nos lleva el pensamiento dicotómico automático.
Para el budismo Soto Zen la raíz de toda opresión está en el apego ilusorio al yo y lo mío. La verdadera revolución empieza en zazen, ya que es la vía directa para dejar de sostener las narrativas del ego. Zazen no puede ser nunca una evasión de la realidad ni una acción sin cálculo, sin esperar nada a cambio, sin medir victorias. Una acción que se expresa en la vida cotidiana: escuchar al que sufre, trabajar con honestidad, cuidar la tierra...
Snyder y su “anarquismo budista” quiso convertir el budismo en una alternativa social y cultural frente al capitalismo y al militarismo. El budismo Soto Zen, en cambio, no ofrece utopías. Ofrece una práctica que atraviesa cualquier forma social, y que puede vivirse en una comuna, en un templo, en una familia o en una ciudad moderna. Lo esencial no es la forma externa, sino la calidad de presencia que traemos a cada situación.
En definitiva, no se trata de fundar un nuevo sistema socioeconómico ideal. Se trata de vivir en este mundo imperfecto sin dejarnos atrapar por el odio, el deseo ni la indiferencia y aprender a responder con claridad y con ternura ante los desafíos cotidianos. Asumir que el sufrimiento no es algo que podamos erradicar de una vez para siempre, sino algo que podemos transformar, instante tras instante, con paciencia y honestidad.
Ese es, quizá, el verdadero manifiesto del budismo Soto Zen: continuar. Continuar sentándonos, levantándonos, respirando, actuando, cuidando. Continuar sin esperar nada a cambio. Continuar porque ya en este mismo instante, la vida se manifiesta completa.
[1]: Versión traducida https://sotozen.es/zendodigital/articulos/buddhismo-la-revolucion-venidera-gary-snyder/ [2]: Sitio oficial de la Comunidad Soto Zen Camino Medio https://caminomedio.org
Daizan Soriano